Una noche la Princesa Hada fue a ver a la pequeña hada mientras dormía sobre la estrellas, preocupada porque nunca quería entrenar:
– Si no practicas tu magia, mi pequeña, perderás tus poderes. Ya sabes volar y hacerte invisible, pero no has aprendido nada más.
– Lo sé madre, pero a mí me gusta volar y bajar a la tierra. No soy buena con los demás poderes, yo sólo quiero ver a los niños, en realidad lo que me gustaría es ser una niña, como ellos.
Lejos de enfadarse, la Princesa Hada la tomó entre sus brazos y la consoló: «Mi pequeña hija, tu eres muy especial, tienes poderes que los niños jamás podrán tener.«
La pequeña hada, sin embargo, seguía triste porque ella no quería ser especial quería reír, llorar, jugar, cantar y, sobre todo, tener amigos. Y, confesó entre lágrimas, que en lugar de practicar sus poderes, había estado visitando a los niños una y otra vez.
La Princesa Hada se quedó pensando en una manera de consolar y alegrar a su hija y tras una larga noche, encontró la solución. Al día siguiente reunió a sus hijas y les preguntó para qué iban a usar sus grandes poderes.
El hada mayor dijo que colocaría las estrellas en el firmamento y haría que todos los planetas fueran girando y girando alrededor del sol. La hermana mediana dijo que ella conseguiría que no hubiese personas solas en el mundo y haría que el amor uniera a las almas gemelas.
Todas esperaron a que el hada pequeña explicara qué haría ella, pero se quedó silenciosa sin saber qué contestar. Finalmente, la Princesa hada dijo:
– Yo tengo la solución, sé cuál es la manera en la que puedes emplear tus poderes, pero atenta, que es un trabajo muy especial. Volarás constantemente sobre los niños y las niñas vigilante y cuando vayan creciendo y pierdan sus dientes, harás que ese momento sea mágico. Te convertirás en el Hada de los Dientes, te quedarás sus pequeños dientecillos para convertirlos en estrellas en el firmamento, guardando así para siempre su infancia. En su lugar, dejarás regalos y así los niños podrán tener en ti, una amiga muy especial.